Francisco Pizarro: El conquistador del Imperio Inca


Francisco Pizarro

Orígenes humildes, ambiciones inmensas

Francisco Pizarro nació hacia 1478 en Trujillo, Extremadura. Era hijo ilegítimo del capitán Gonzalo Pizarro y de Francisca González, una mujer de origen humilde. No aprendió a leer ni escribir en su niñez, pero sí a sobrevivir. Su infancia fue dura: cuidó cerdos en las afueras del pueblo y creció lejos del reconocimiento social. Nadie podía imaginar que aquel muchacho extremeño acabaría tumbando uno de los imperios más ricos de América.

Como tantos jóvenes de su tierra, soñaba con fortuna al otro lado del mar. Embarcó rumbo a América en 1502, donde participó en campañas militares en La Española y luego en la conquista de Panamá. Allí conoció al explorador Vasco Núñez de Balboa y participó en la expedición que descubrió el océano Pacífico.

Un sueño entre selvas y cordilleras

En Panamá, Pizarro oyó rumores de un reino fabuloso al sur, donde el oro se usaba como decoración cotidiana y los templos brillaban al sol. Ese reino era el Imperio Inca. Convencido de que su destino estaba allí, en 1524 organizó con Diego de Almagro y el clérigo Hernando de Luque la primera expedición hacia el sur.

Fueron años de naufragios, enfermedades, hambre y fracasos. En una ocasión, quedaron aislados en la isla del Gallo, sin víveres ni refuerzos. El gobernador de Panamá ordenó su retirada. Fue entonces cuando Pizarro trazó con su espada una línea sobre la arena y dijo a sus hombres: "Por este lado se va a Panamá a ser pobres; por este otro, al Perú a ser ricos. El que sea bravo, que me siga". Solo trece lo hicieron. Pasarían a la historia como los Trece de la Fama.

La llegada al Tahuantinsuyo

En 1532, tras conseguir finalmente el apoyo de la Corona española, Pizarro regresó al Perú con menos de 200 soldados, algunas piezas de artillería y una docena de caballos. El Imperio Inca se encontraba en plena guerra civil entre Atahualpa y su hermano Huáscar. Esta fractura interna, junto con el desconocimiento de las armas de fuego y la estrategia europea, fue decisiva.

En la ciudad de Cajamarca, Pizarro organizó una emboscada sin precedentes. Invitó a Atahualpa a una reunión diplomática y, cuando el inca acudió desarmado con su séquito, los españoles atacaron por sorpresa. Murieron miles de indígenas. Atahualpa fue hecho prisionero sin que los españoles sufrieran una sola baja.

El rescate de oro más grande de la historia

Atahualpa, creyendo poder comprar su libertad, ofreció llenar una habitación de oro hasta donde alcanzara su mano y otras dos de plata. Durante meses, desde todos los rincones del imperio llegaron piezas, lingotes y objetos rituales. Nunca en Europa se había reunido semejante botín.

Pero una vez obtenido el rescate, Pizarro no lo liberó. Por razones políticas (y para evitar una contraofensiva inca), Atahualpa fue sometido a juicio, acusado de idolatría y conspiración, y ejecutado en 1533. Fue un acto polémico incluso entre los propios españoles, pero marcó el inicio del fin del Imperio Inca.

La entrada en Cuzco y el nacimiento de Lima

Tras derrotar a los últimos focos de resistencia, Pizarro entró en Cuzco, capital sagrada del imperio. Allí fundó instituciones al estilo castellano, bautizó a nobles indígenas y colocó a Manco Inca como emperador títere. En 1535, fundó la ciudad de Lima, pensada como capital del nuevo virreinato. La llamó "Ciudad de los Reyes" en honor a los Reyes Magos y a Carlos I y su madre, Juana.

Sin embargo, la estabilidad no duró. Manco Inca se rebeló y asedió Cuzco durante meses. Pizarro resistió, mientras consolidaba su poder en la costa. Al mismo tiempo, su relación con Almagro se deterioraba: ambos habían compartido las penurias de la conquista, pero no estaban dispuestos a compartir los frutos.

El final entre intrigas y cuchillos

La disputa entre Pizarro y Almagro terminó en tragedia. En 1538, Almagro fue derrotado y ejecutado tras la batalla de Las Salinas. Pero sus seguidores no lo olvidaron. El 26 de junio de 1541, un grupo de almagristas entró en el palacio de Pizarro en Lima. El conquistador, con más de sesenta años, empuñó la espada y mató a dos de los asaltantes antes de caer apuñalado.

Murió con el nombre de Cristo en los labios, según las crónicas. Dicen que dibujó una cruz con su propia sangre en el suelo antes de expirar. Fue enterrado en la catedral de Lima, donde sus restos permanecen.

Curiosidades

Un personaje entre la historia y la leyenda

Francisco Pizarro es una de las figuras más complejas del Siglo de Oro. Su gesta, imposible para los estándares del momento, combinó audacia, estrategia, crueldad, ambición y astucia. Derrocó un imperio milenario con menos de 200 hombres, pero no fue un simple aventurero: supo explotar la fractura interna del mundo andino y ejercer un dominio político duradero.

Durante siglos fue recordado como un héroe nacional; después, cuestionado como símbolo del colonialismo. Pero su impacto histórico es incuestionable: cambió para siempre el destino de dos continentes y fue clave en la expansión global del Imperio español.

Fuentes